chinchintirapie@gmail.com







  • Fiesta Inca

Nuestro seguimiento histórico comienza aquí, en América, previa llegada de la oleada europea, con la intención de observar la función que cumplían las actividades festivas en los pueblos precolombinos. En esta ocasión nos centraremos en el Inca y la legitimación de su poder por medio de mecanismos políticos que tenía su máxima expresión en momentos festivos.

Quizás muchos de nosotros hemos escuchado relatos de los primeros visitantes europeos que vieron las ‘Fiestas indias’ como expresiones endemoniadas y sin sentido, muestra clara del estado ‘primitivo’ de estos pueblos inferiores. Puede que percepciones de esta índole sean chocantes y muy reprochable desde nuestra visión actual, sin embargo, hoy por hoy se sigue asociando la fiesta con excesos innecesarios, como una válvula de escape, entre otras acepciones que refieren a algo que en verdad ‘está de más’, llegando a tener connotaciones negativas asociadas al alcoholismo, la violencia, la drogadicción, al joven que ‘no esta ni ahí’, etcétera etcétera y etcétera. Desde esta perspectiva, saber que los pueblos precolombinos festejaban por todo, y que aún en muchas partes de América se hace, lo primero que hace pensar es “uy! Estos indios si que sabían carretear!” o “pura sangre caliente latina, puro jolgorio!” o cosas así. Aunque de todos modos ello puede ser cierto, resulta ser también una mirada muy liviana, ya que impide fijarnos en la Fiesta como un elemento constitutivo de la sociedad, y no como un mero momento de diversión.

Para los hombres andinos en general, no sólo para el Inca, el principio de la RECIPROCIDAD era fundamental. Aunque este principio se puede observar en muchas sociedades, hasta en la actual, para estos pueblos era la base fundamental de las relaciones humanas, esto incluye las políticas, las económicas, las religiosas y todo lo que se nos ocurra que puede surgir de una relación entre personas y grupos. Pero ¿qué es la Reciprocidad? Es cuándo uno recibe algo y se siente obligado moralmente a darle algo a cambio al que te lo dio. Un ejemplo claro es que uno a las personas que consideran más amigas, o personas importante, uno quiere regalarles algo especial, que sea acorde a la importancia que tiene esa persona en la vida de uno (en lo que te da). Ahora bien, el intercambio comercial también se entiende como una relación de reciprocidad, yo te doy una llama a cambio de 10 sacos de maíz, que pueden tener un valor equivalente para un grupo particular. De ello se desprende que de la reciprocidad se da en todas las escalas, no sólo en lo material.

En esta relación cuando alguien te da algo, uno está en deuda con él hasta que se lo retribuyas. ¡Imagínense qué ocurría cuando te daban algo de incalculable valor, la media carga! Algo así ocurrió en andinoamerica hacia el siglo XV con la llegada de Inca. Para muchos pueblos, la emergencia del ‘Estado Inca’ en tierras lejanas tomaban matices míticos, que asociaban a este gran señor con aquel que lograría traer orden al mundo, en momentos que primaba el conflicto (1200-1450 dC en todo el Altiplano Central). Además el Inca era un ser capaz de moler las piedras, hacer brotar el agua y recoger cosecha un día después de la siembra, según decía la gente de aquella época. En algunas crónicas se cuentan que cuando el Inca llamaba a una Capacocha, al recibir el mando, los curacas (jefes regionales) de todos los pueblos de los cuatro suyus viajaban en largas caravanas hacia el Cuzco llevando muchos regalos para el Inca (se cuenta que Michimalonco le llevó una Pluma de Oro), y ojo que la influencia inca comprendía desde el sur de Colombia hasta el Centro de Chile (Maipo), pasando por Ecuador, Este Boliviano y Noroeste Argentino. Cuando todos llegaban al Cuzco se hacía una serie de ritos que incluían la abstinencia d el consumo de ají, sal y sexual y sacrificios rituales de llama. Con las ofrendas sacralizadas todos los curacas volvían a sus lugares de origen siguiendo una secuencia de ritos bien pauteado, y realizaban las Capacochas requeridas para el Inca. Las Capacochas eran sacrificios rituales de infantes y adolecentes en santuarios de alturas con ofrendas de gran prestigio (miniaturas, oro, plata, vestimenta fina, etc.). Luego, aunque pareciera imposible, al terminar los ritos regionales, todos los curacas volvían nuevamente al Cuzco para participar del gran festín que ofrecía el inca para sus invitados matando mil cabezas de ganado, en una fiesta que duraba 5 o 6 días. El Inca agasajaba los jefes regionales con trajes, favores y mujeres. Sólo después de toda esta secuencia ritual y festiva el Inca conversaba con los curacas sobre sus proyectos de expansión, de construcción y otras actividades estatales para los cuales necesitaría la ayuda de ellos. Luego del privilegio de participar en el rito de la Capacocha y de haber comido, bebido y bailado todo lo humanamente posible, los curacas difícilmente podían negarse a sus peticiones. Aquí vemos la Reciprocidad en plenitud.

La ciudad del Cuzco fue la capital del estado Incaico y el centro de la tierra de los cuatro suyus (o Tawantisuyu). Desde esta ciudad surgieron 41 líneas imaginarias que conformaban el sistema de ceques, que organizaba geopolíticamente todo el territorio de influencia. La dirección de cada línea se asociaba a 328 lugares sagrados (huacas) de particular relevancia en la mitología inca. Estas líneas delimitaban la propiedad de las comunidades cusqueñas, y cada huaca fue asignada a una familia de importancia local que debía venerar a la huaca un día especial del año. Ello se traduce que al menos 328 días de su año (de 365) había alguna fiesta venerativa en algún punto de territorio (los 37 días restantes había un silencio festivo asociado con la ausencia de las pléyades en el cielo que recibe el nombre de almacén, collca). Algunos investigadores plantean que estas fiestas venerativas también se asociaban a las mitas, que era un tributo en trabajo que ofrecían las comunidades locales al estado central.

A parte de todo esto (Capacocha y veneración de huacas), el estado Incaico contaba además con un calendario ritual, asociado a los ciclos agrícolas, a los ciclos del sol (Intiraymi) y la Luna (Capacquilla), como también ritos de pasaje en la sociedad Inca (Capacraymi), entre otros. Por ejemplo, el Yaku Raymi, la fiesta dedicada a los muertos y el Ayaraymi, la gran fiesta de la chicha, entre muchos otros.

Sin duda la evidencia de este estilo de Fiestas, muy asociadas a lo ritual, no podría haber sido posible sin la confianza plena en su eficacia en la configuración y mantenimiento de redes sociales, en la eficacia simbólica de los ritos relacionados y sus incidencias en los ritmos productivos agrícolas. Claramente la diversión, el goce, y el compromiso para con el otro eran fundamentales en la constitución de las sociedades andinas. Sus múltiples festejos no respondían sólo a la necesidad de alegría y goce (necesidades humanas básicas a mi entender), sino también a la necesidad de congregar, de celebrar identidades, de regenerar la vida, reunir voluntades y poner en escena las diferencias en la capacidad diferencial de distribución de los participantes, que otorgaba poder de pedir a quien más daba a la comunidad.

Por Andrea Martínez



Para mayor información:

- El Inca:

Museo Chileno de Arte Precolombino

1988 Los primeros americanos y sus descendientes. Ed. Antártica, Santiago

- Capacocha:

Duviols, P

1976 La Capacocha, mecanismo y función del sacrificio humano, su proyección geométrica, su papel en la política integracionista y en la economía redistributiva del Tawantisuyu. Allpanchis Phuturinqa 9:11-57

- Año ritual y sistema de ceques

Zuidema, R.T

1997 Capítulo XI Cosmovisión Inca y Astronomía en el Cuzco: Nuevo Año agrícola y sucesión real. Pensar América, Cosmovisión mesoamericana y andina. Actas de los VI Jornadas del Inca Garcilaso celebradas en Montilla 11 al 18 de septiembre de 1996, Córdoba.

Zuidema, R.T y S. Urton

1976 La constelación de la Llama en los Andes peruanos. Allpanchis Phuturinqa, 9:59-120

No hay comentarios: