chinchintirapie@gmail.com







... de los ingredientes fundamentales de nuestro cocio callejero ...

  • Presentación exposición grupo de investigación.
Mis queridos bebensales la cuestión es bastante simple... el año pasado muchos de los presentes salimos como monos a revolverla a la calle. Pura celebración de la vida que, ha todo esto, no es una cuestión muy cotidiana en este país.

Me pregunto como habrá sido el punto para que saliera este chaleco tan calentito.

Inventemos historia. Haber, como hasta los monos se organizan y buscan ser más atractivos, es muy probable que para algunos ya no era divertido despulgárse al son del repique o de la timbaleta, había que ir más allá o más acá, ¿qué hacemos?- se deben de haber preguntado los sabios chimpancés Jota, Rosa, Raque, Bolsa.

Entonces el ansia por atractivo-originalidad los llevó al desierto de las dudas… si ya fue la batucada con el zurdo, si ya fue el afro con el yembé, entonces ¿cual chucha es el ritmo y tambor propios de este terruño para ponerle en la calle? Con esta pregunta en el mate los chimpancés volvieron a la selva… asi fueron por las calles, de liana en liana, pegándole a todo lo que sonaba percutidamente: tarros de basura, perros, transeúntes varios, hasta que en una de esas le pegaron a un flaco largo que estaba durmiendo la mona abrazao a una guitarra, el borrachín tenía un extraño nombre… Pavel (q.e.p.d) le habían puesto sus taitas, -que pasa compañero, le dijo Pavel a la pareja de chimpancés rosa y jota, estos le explicaron lo que hacían y Pavel en coplas les tiró el rollo, quearon locos. Imagínese ud. Señora, ud. Señor, la cantidad de vinos y de horas zapateando la lengua puro soñando con lo que iba a pasar cuando hicieran esto o aquello. No me cabe duda que en mas de alguna ocasión se debieron haber ido afirmando paredes hasta la casa…en fin, entre medio de todo ese merengunje se llegó a que el very tipical chilean tambor, es decir, el chinchín, debía ser la presa de la cazuela. Lo demás más o menos ya lo sabemos.

Bueno, ¿qué encontramos en esta pequeña historia? básicamente los ingredientes fundamentales de nuestro cocio callejero: búsqueda identitaria, mestizaje, fuerza, alegría, ritmo, investigación, expresividad en el baile, en la música, etc.

Por qué? bueno en primera instancia por que es rico. Por que si, por un gran, robusto borracho y calentito si. Déjenme cantarlo: ¡Cualquier gran teoría se resuelve incluso con un leve gesto hecho con la ceja!. Esa es la práctica, esa es la calle.

Ahora bien si bien es cierto nadie puede estar seguro de las consecuencias de una acción, ejemplo radical de esto es la teoría del caos: es decir, un guarén mueve su cola en una alcantarilla de Irak y gracias a una reacción en cadena yo levanto mi brazo izquierdo (acá efectivamente levanto mi brazo izquierdo)…bueno a pesar de que no sabemos con plena exactitud lo que hacemos en la calle nuestra necesidad de autodeterminación, ligada esta estrechamente a la posibilidad de elegir (libertad) nos hace querer interpretar y darle sentido al fenómeno de fiesta callejera que nosotros mismos impulsamos.

Lamentable o afortunadamente somos hijos de la modernidad, esto entre otras cosas quiere decir que los significados no vienen dados asi como así, muchos de estos son puestos por el sujeto y no necesariamente por una tradición incuestionable. Ahora… que ponemos?...que elegimos poner?

Muchos dicen que los aweonaos son más felices por que no se cuestionan tanta lesera por eso andan mas livianitos. Puede ser pero también son esclavos de su ignorancia aparte de que raramente son creativos. Además según yo se puede ser hiperconsciente y feliz al mismo tiempo, o sino mírenme (nótese, en esta parte pongo cara de gil).

Interesante es constatar que antes de responder a la pregunta sobre que le queremos poner ya le habíamos puesto, es más, nos habíamos puesto puntúos. Por ejemplo, ya habíamos elegido la ironía, el sarcasmo, la crítica…

Pero que ironizamos?, de que nos burlamos?, que criticamos?. Simplemente todo lo que nos robaba la alegría… y como lo hacíamos… pues con alegría… (¡hostia es perfecto!).

Bueno, bueno. Como la idea siempre ha sido potenciar a ese monicaco que sale a rebautizar la calle e incluso defender su felicidad pública si es necesario, es que nuestra grupal ñoñés investigativa busca desarrollarse en pos de encontrar herramientas que por un lado nos doten de más sentido y fuerza para seguir condimentando este quehacer. Es decir, es teoría e historia para potenciar la acción no para andar sufriendo dolores de cabeza. Por que no somos los primeros, y esperamos tampoco no ser los últimos carnavaleros, es que pensamos en recoger y alimentarnos del meneado fruto (incluído el gusano) de antiguos árboles y así hacer crecer piernas y brazos que hagan posible desmalezar el presente para así sembrar, a lo menos, una ventana de futuro. Corta, la idea es aprender del pasado. Encontrar referentes que tal vez nos sirvan para la construcción de cultura carnavalera lo cuál es más que “espectáculo del carnaval”.

Seamos claros, a muchas cosas se le puede llamar carnaval, a una fiesta religiosa, Oruro por ejemplo, al carnaval de Valparaíso, al de Río, etc. Existen muchos motivos y formas de hacerlo. En lo personal no creo que tenga mucho sentido tener una discusión de que es lo que realmente es un carnaval, es decir, que fiesta merece efectivamente que se le cuelgue esa chapa… a nuestro festejo le podrían poner poroto negro y por mi todo bien.

Ahora bien entre estos carnavales podemos encontrar ciertas diferencias que nos entregan luces en base a una cuestión muy particular que quiero mencionar, a saber: la cultura carnavalera v/s el carnaval como espectáculo.

Por ejemplo, en Valparaíso se hace un carnaval donde la plata la pone el gobierno y se contrata a gente que genere un espectáculo. En Oruro la gente se organiza, hace sus trajes, etc. En efecto tb, hay participación del gobierno pero hay una festividad enlazada con la cotidianidad de la gente que vive en Oruro lo cual hace que el carnaval sea suyo, es decir ellos no son espectadores son actores que durante todo el año viven construyendo el carnaval, el cual se expresa con toda su fuerza en ciertas fechas particulares.



Texto elaborado sobre la base de:
-El Carnaval Expectante: La Fiesta y la Identidad Chilena, de Maximiliano Salinas.
Y complementado por:
-Epitafio a la Modernidad, de Hernán Dinamarca.
-El Origen de la Tragedia, de Friedrich Nietzsche.



  • El texto de Salinas parte con la siguiente pregunta: ¿Chile un país sin carnaval?.

Se dice, se piensa, se filtra que una larga tradición de élite ha querido autoidentificarnos como un país sin carnaval. ¿Que tan cierto es esto de que chile es el país del no-carnaval?. ¿Será por que somos los ingleses de Latinoamérica?, ¿los ñoñitos ordenados del curso?, ¿alguien quiere que seamos asi, alguien lo busca, por qué?

En general podríamos decir que el autor se la juega con la tesis: El que Chile posea una explícita y contundente cultura carnavalera se debería a la mentalidad apolínea- ilustrada que ha capitaneado el devenir de nuestro país desde la época de su fundación.

En efecto, con mentalidad apolínea nos referimos a la simbolizada por el dios griego Apolo, el cual aparece como una divinidad ética que exige de los suyos la mesura (la armonía, el no demasiado) y para poder respetarla, el conocimiento de si mismo (aquí aparece el conócete a ti mismo como advertencia, el niño puede destruir. Conoce tu ignorancia, tus límites, etc.). Podemos ver que esto se presenta como oposición, cuestión que no necesariamente tiene que ser así, a la presunción y la desmesura consideradas como auténticos demonios hostiles provenientes de la esfera no-apolínea, es decir, como propiedades del mundo bárbaro, dionisiaco.

En este sentido se identifica a la cultura chilena con la sobriedad, esa virtud de la reacción justa, ecuánime, proporcionada ante las cosas v/s el llamado tropicalismo “zandunguero” de nuestros vecinos.

Respecto al otro concepto utilizado, el del pensamiento ilustrado, podríamos decir, que es el que se refiere al fraguado entre los siglos xvii y xviii el cúal constituyó el germen de un nuevo paradigma social moderno y subversivo ante lo que era la agotada cosmovisión del mundo feudal y medieval. De forma más didáctica podríamos decir que la mentalidad ilustrada es delineable, en tanto conjunto de ideas y valores, mas menos de la siguiente manera:

-primacía del saber inductivo, basado ene método científico.

-abolición de las tradiciones como necesario principio de verdad y legitimidad del orden soial.

-la visión del mundo como sistema mecánico infinito y eterno.

-el cuerpo humano como máquina que opera con relativa autonomía del medio.

-la negación de las emociones y la separación entre cuerpo y espíritu, entre cuerpo y mente.

-la comprensión unilateral de la vida en sociedad como una lucha competitiva por la existencia.

-la confianza en la capacidad de la razón instrumental y el trabajo humano para dominar la naturaleza en nuestro, muchas veces, ciego beneficio.

-la idea de una absoluta autonomía del sujeto, cuya extrema ilusión es la separatividad.

-separación entre sujeto y objeto en el acto del conocer.

-la fe en el desarrollo económico productivo ilimitado como factor de progreso para la humanidad.

-la negación de la espiritualidad o bien su vivencia sólo como trascendencia.

-el etnocentrismo cultural y, por lo mismo, el carácter totalitario hacia el resto del mundo de todas las ideologías ilustradas.

-la lógica de la confrontación, y la autoritaria no aceptación de la diferencia cultural y en general de cualquier diferencia.

-la convicción de que la mujer debe vivir sometida a la masculinidad, una emoción común a toda cultura patriarcal.

En fin, podríamos seguir pero no es el espíritu de este texto. Una vez aclarados los conceptos bases podemos dar cuenta de la idea central que traviesa el texto de Salinas.

Si bien es cierto en el territorio ahora llamado Chile, hubo legislación imperial anti-carnavalesca en los siglos XVII y XVIII, en los hechos no fue acatada.

En general podríamos decir que el imperio colonial no pudo avenirse con las transgresiones del carnaval que hicieron furor en América del sur al reunirse las tradiciones carnavalescas ibéricas con el espíritu lúdico y espectacularmente festivo de las sociedades indígenas y africanas. Cuestiones arraigadas con fuego durante siglos en el cotidiano. (Recordemos lo expuesto por Andreíta).

Ya adentrados en lo que corresponde específicmente a la época de la República chilena.

Encontramos que en 1816 Marcó del Pont nos pone la pata encima prohibiendo, en mala y sin contemplaciones, el carnaval. Algunas palabras textuales del señor son las siguientes: “quién celebrara las locuras del carnaval ese año, y si era plebeyo (nótese), recibiría cien azotes (como tamo?)”.

Si la legislación barroca (colonia) fue contraria al espíritu carnavalesco, el nuevo orden ilustrado lo fue muchísimo más. En 1821 el director supremo Bernardo O’Higgins prohibió la práctica del carnaval en el país. A él le evocaba no sólo el culto gentílico (pagano, idolólatra) a Baco sino la influencia funesta de los españoles. Recordemos que en ese momento había que afianzar el espíritu patrio fuera como fuera. Bueno este fuera como fuera (sea como sea) en general siempre conlleva errores al no hacerse las distinciones del caso.

El orden ilustrado naciente con el siglo XIX intentaba poner, pues, su propio orden. Y el espíritu carnavalesco debía ser desterrado.Los agrupamientos urbanos y mercantiles fueron, por supuesto, los lugares donde naturalmente el carnaval bajó su intensidad de locuras y excesos. (La vieja y querida burguesía racionalista. El cálculo, la ecuación, la cuadratura, el cubículo, el paquetón).

En el ámbito de las mentalidades colectivas el espíritu anticarnavalesco republicano alcanzó expresiones en las más diversas tendencias de la elite intelectual nacional de los siglos XIX y XX. En 1844 ambientes ilustrados católicos de Santiago enseñaron a tener en sus círculos de influencia “un justo horror hacia las abominaciones del carnaval. Esto básicamente por su origen profano e inmoral ligado a falsos dioses.


Por su parte las élites ilustradas laicas presentaron argumentos cívicos (no religiosos) en contra del carnaval tales como el siguiente texto encontrado el periódico de Iquique El Despertar de los Trabajadores :

“Por fin se acabaron las fiestas y orgías carnavalescas. Las calles volvieron a la paz y los cuerpos al sosiego. Mucho derroche. Se han emborrachado muchos hombres, se han prostituido muchas mujeres. Los cuarteles de policía se han llenado de delincuentes; las multas pagadas harán rebosar de dinero a más de un bolsillo, etc”. (A mi parecer dichos argumentos son dignos de consideración. De hecho se ligan con la reflexión carnavalesca que propone un carnaval con cierto orden. Delirio orquestado).


Por otro lado, y mas entrados en el siglo XX la cultura ilustrada de izquierda habla de la enajenada alegría, evasión de los oprimidos. Esta expresión dogmática y puritana llegó incluso a prohibir el baile por ser una expresión contraria a los ideales culturales de la ilustración proletaria. Al respecto Volodia Teitelboim en el 1997 decía de los tiempos álgidos… “Por que hasta entonces en un Partido Comunista monacal el baile era considerado una frivolidad. A las muñecas de largos brazos y pies inquietos, deseosas de moverse a todo trapo, se las consideraba pequeñoburguesas que debían proletarizarse”.

Si bien es cierto que en los 70 la crítica izquierdista al carnaval, por ejemplo de Brasil, parece bastante ridícula, el tema de la enajenada alegría puede llegar a ser atendible desde el punto de vista que quiere mostrar la funcionalidad de esta fiesta al estatus quo imperante. El problema de esta vieja izquierda es que considera que el carnaval ya esta clausurado, es decir, pareciera que no se pudiera resignificar creativamente, he ahí el error.

Según Salinas, el carnaval en sí mismo, y como experiencia festiva e identitaria particular, no tuvo ningún sentido para todos estos seguidores burgueses, proletarios o socialcatólicos de la ilustración. Al fin de cuentas fue conceptuada como una expresión festiva de desorden” en la sociedad latinoamericana, ya fuera vista desde arriba o desde abajo. Cualquier reflexión sobre la experiencia carnavalesca como tal no tuvo lugar. Según él, la mentalidad apolínea triunfa.

Casi textual “Al marginarnos de la vigorosa experiencia festiva, se ha construido un país que aleja de sí a su comunidad, a su comunalidad. En este preciso sentido somos un pueblo violentado, urgido por la violencia mercantil o del estado. No por su propia voluntad sino que por modelos impuestos”.

Para sostener lo anterior, da cuenta de algunos datos entregados en el 1997 por la senadora María Elena Carrer, según ella “en un país hiper productivo como Alemania las horas de trabajo anual son 1700 y en Chile (país saca vuelta) 2400 horas (700 horas mas); en uno de cuatro hogares existe violencia intrafamiliar; somos el país que consume más drogas tranquilizantes en el mundo y tenemos la taza de enfermedades mentales mas altas”. (desoladoras estadísticas).

Luego de lo anterior aparece como un estertor (una tos, un vómito) posicionar al ideal ilustrado (y moderno) de la razón y la fuerza como vías necesarias para el disciplinamiento del trabajo gracias a la reglamentación. En resumidas cuentas la razón y el orden aparecen como el piso base para lograr la sumisión y por ende, una mejor productividad. Todo esto enmarcado bajo la idea del progreso como “el bien”, como la salvación.

Bueno, no obstante lo anterior, el carnaval ha seguido viviendo entre nosotros como una expresión rotunda de la cultura lúdica y libertaria del pueblo iberoamericano. Según Antonio Machado: “ el pueblo, siempre que se regocija, hace carnaval. De modo que lo carnavalesco, que es lo específicamente popular de toda fiesta, no lleva trazas de acabarse”.

Llendo nuevamente a la época colonial, se dice que el carnaval fue, como en Europa, una festividad popular de hondo sentido religioso o ritual, dónde incluso el cristianismo adquirió rasgos novedosos y, por consiguiente, a sus formulaciones oficiales.

Este sentido religioso y lúdico fue el que se cultivó en la América indígena y más tarde mestiza. En el marco del carnaval las comunidades populares han recobrado y sostenido históricamente su identidad complicada con el colonialismo. En su contexto se ridiculiza a los opresores blancos, se satiriza a la policía, se recobra a santos o a vírgenes patronas, se aleja al demonio, y el dios de los cristianos occidentales se ausenta.

La ocasionalidad libertaria del carnaval ha constituído históricamente la posibilidad de romper con las limitaciones sociales y simbólicas impuestas por las elites colonialistas, logrando, a través del encuentro interculturalmente el viejo y el nuevo mundo, un horizonte de risas y juegos cósmicos.

Para terminar volvamos a Chile

En el siglo XIX la experiencia carnavalesca fue la forma más autorizada de definir la vida festiva del pueblo. Incluso en 1886 en la ciudad de santiago la fiesta de carnaval aun no pudo ser desterrada con su “historia de locuras” a pesar de que entonces la prensa ilustrada y seria calificada la chaya como una diversión “en riña abierta con la buena educación”. En 1930 la fiesta en Santiago seguía desafiando el creciente ordenamiento urbano y apolineo de la ilustración. (cuestión que verá la Raque).

Obviamente en las provincias o ciudades menos densas demográficamente la fiesta de carnaval pudo desplegarse con especial vigor.

Por ejemplo en Iquique, 1960, las crónicas del carnaval popular dicen lo siguiente “las carpas como manchitas blancas bordean la inmensidad del mar, dándole un aspecto pintoresco a la ciudad. Los asados al palo, las presas de ave, los lechoncitos y las empanadas están a la orden del día. La chicha burbujeante y espumosa hace gorgoritos entre altos y anchos copones de blanco y tinto. Las guitarras tienen un sitio de honor, y las cuecas bulliciosas con sus pañuelos alegres marcan el paso juguetón de parejas improvisadas entre un paisaje de tierra, sol, arena y mar”.

La tradición nortina ligada a la cultura andinoamericana habla del “Santo Carnaval” como un fenómeno que “permite celebrar la renovación de la vida vegetal y animal sobre la tierra. Esto trae bendición, felicidad, fertilidad y dicha para todos.(Según mi humilde opinión, la escencia es la que se menciona, ahora bien, las formas de decirlo en nuestros tiempos deben incluir una reflexión científico-política respecto al tema de la ecología)

Siguiendo la línea del “Santo Carnaval” en las navidades se celebraba al gozoso Niño Dios y los frutos de la tierra propiciados por el solsticio de verano en nuestro chile, cuestión bastante distinta al abrigadísimo y consumista viejito pascuero.

Con todo, por último, quiero referirme a las canciones de humor sagrado con una cita extraída de una investigación, realizada por Samuel Claro, referida a la cueca:

“Jesucristo vino al mundo

Y nostrajo del oriente

Para disipar las penas

Vino, chicha y aguardiente.”



Mi idea fue dar cuenta del texto mas que de mis posturas, así cada cuál saca sus propias conclusiones para luego discutirlas. Traté de ser lo más sintético posible por eso abandoné el estilo agraciado… igual me da un poco de pudor no haber corrido mano en la escritura pues cite mucho pero pienso que para entrar en un buen dialogo con salinas debe exponerse su postura-analítica sin tantas “contaminaciones”. Bechos y abrachos.


  • Texto introductorio a la discusión sobre la política y la democracia. (extractos del texto Modelos de Democracia de David Held)
La disputa sobre el significado contemporáneo de democracia ha generado una extraordinaria diversidad de modelos: desde las visiones tecnocráticas del gobierno hasta concepciones de la vida social caracterizadas por una extensa participación política.

Existen varias razones que explican por qué es importante una valoración crñitica de los modelos de democracia existentes y la búsqueda de posturas alternativa. En primer lugar, no podemos escapar a la política, a pesar de que muchas personas traten de hacerlo. Reconozcamos o no de forma explícita nuestra adhesión a una perspectiva política concreta, nuestras actividades presuponen un determinado marco de estado y sociedad, que de hecho nos dirige. Las acciones del apático no escapan a la política; simplemente dejan las cosas como están. (Mas que eso su accion se suma a las fuerzas transformadoras-conservadoras hegemónicas del momento. Disculpame held. Me enviaras al held?. Go to the held. Ok, ya me calmé).

(aquí haría una pequeña aclaración: podemos reconocer dos tipos de acciones políticas las objetivas y las subjetivas. Ejemplo: hay gente que subjetivamente cree no llevar acciones políticas a cabo siendo que esas acciones objetivamente tienen consecuencias políticas. Todo tiene que ver con los alcances de conciencia que el sujeto tiene respecto de su acción. Oh rodrigo baño (un profesor que tuve)… te veré en el averno). En segundo lugar, si pretendemos comprometernos con los problemas de la democracia necesitamos reflexionar sobre las causas de por qué para tanta gente una afirmación “política” reconocible… sea suficiente casi como para desacreditarla.

La política se asocia hoy en día, con frecuencia, con el comportamiento egoísta, la hipocresía y la actividad de las “relaciones públicas” que forman parte de la venta de paquetes de medida. El problema con esta postura es que, si bien es bastante comprensible, las dificultades del mundo moderno no se resolverán renunciando a la política, sino tan sólo con el desarrollo y la “transformación de la política”, de forma que nos permita modelar y organizar más eficazmente la vida humana. No tenemos la opción de la no política.

En tercer lugar, el escepticismo y el cinismo respecto a la política no son necesariamente hechos inevitables de la vida política. Estableciendo la credibilidad y viabilidad de modelos alternativos a las “instituciones gobernantes”, mostrando cómo pueden relacionarse con las dificultades sistémicas que ocurren y se repiten en el mundo social y político, se establece una oportunidad para superar la desconfianza en la política. Si queremos erradicar la empañada imagen de esta, es esencial una imaginación política capaz de idear disposiciones alternativas. En cuarto lugar, no podemos estar satisfechos con los modelos de políticas democráticas existentes. ( esto no es del autor: La democracia acabada no existe, siempre está por venir. Es porvenir. En este sentido, lo sacro (lo hecho incuestionable) no es una conceptualización que nos de las condiciones para este importante significado del porvenir). Hay algo que aprender de todas las tradiciones del pensamiento político y recordemos que no es fructífero comparar simplemente unas posturas con otras, o contraponer unas con otras.

La idea de democracia es importante por que no presenta un valor entre otros muchos, como la libertad, la igualdad o la justicia, sino que es el valor que puede mediar entre intereses preceptivos (principios. Antes del concepto. Indiscutible.) enfrentados. Es un punto de referencia (algo así como acuerdo mínimo) que puede ayudar a generar una base para relaciones específicas entre diferentes preocupaciones normativas (ideas de bien). La democracia no presupone el acuerdo sobre distintos valores, sino que sugiere una forma de relacionar unos valores con otros y abrir la resolución de conflictos de valor a distintos participantes en un proceso público, sujeto únicamente a ciertas disposiciones que protegen la configuración del propio proceso. En eso reside su atractivo. (por eso hay que modificar la constitución política de este país la cual casi asegura el triunfo de los intereses (ideas de bien) de pocas personas… de acá también surge la pregunta del MIR en los setentas (pro lucha armada): como podemos ganar un juego donde el tahúr (el que reparte las cartas)es el enemigo, es decir, creian que era imposible modificar la constitución constitucionalmente).

Por Cesar Puentes
  • Fiesta Inca

Nuestro seguimiento histórico comienza aquí, en América, previa llegada de la oleada europea, con la intención de observar la función que cumplían las actividades festivas en los pueblos precolombinos. En esta ocasión nos centraremos en el Inca y la legitimación de su poder por medio de mecanismos políticos que tenía su máxima expresión en momentos festivos.

Quizás muchos de nosotros hemos escuchado relatos de los primeros visitantes europeos que vieron las ‘Fiestas indias’ como expresiones endemoniadas y sin sentido, muestra clara del estado ‘primitivo’ de estos pueblos inferiores. Puede que percepciones de esta índole sean chocantes y muy reprochable desde nuestra visión actual, sin embargo, hoy por hoy se sigue asociando la fiesta con excesos innecesarios, como una válvula de escape, entre otras acepciones que refieren a algo que en verdad ‘está de más’, llegando a tener connotaciones negativas asociadas al alcoholismo, la violencia, la drogadicción, al joven que ‘no esta ni ahí’, etcétera etcétera y etcétera. Desde esta perspectiva, saber que los pueblos precolombinos festejaban por todo, y que aún en muchas partes de América se hace, lo primero que hace pensar es “uy! Estos indios si que sabían carretear!” o “pura sangre caliente latina, puro jolgorio!” o cosas así. Aunque de todos modos ello puede ser cierto, resulta ser también una mirada muy liviana, ya que impide fijarnos en la Fiesta como un elemento constitutivo de la sociedad, y no como un mero momento de diversión.

Para los hombres andinos en general, no sólo para el Inca, el principio de la RECIPROCIDAD era fundamental. Aunque este principio se puede observar en muchas sociedades, hasta en la actual, para estos pueblos era la base fundamental de las relaciones humanas, esto incluye las políticas, las económicas, las religiosas y todo lo que se nos ocurra que puede surgir de una relación entre personas y grupos. Pero ¿qué es la Reciprocidad? Es cuándo uno recibe algo y se siente obligado moralmente a darle algo a cambio al que te lo dio. Un ejemplo claro es que uno a las personas que consideran más amigas, o personas importante, uno quiere regalarles algo especial, que sea acorde a la importancia que tiene esa persona en la vida de uno (en lo que te da). Ahora bien, el intercambio comercial también se entiende como una relación de reciprocidad, yo te doy una llama a cambio de 10 sacos de maíz, que pueden tener un valor equivalente para un grupo particular. De ello se desprende que de la reciprocidad se da en todas las escalas, no sólo en lo material.

En esta relación cuando alguien te da algo, uno está en deuda con él hasta que se lo retribuyas. ¡Imagínense qué ocurría cuando te daban algo de incalculable valor, la media carga! Algo así ocurrió en andinoamerica hacia el siglo XV con la llegada de Inca. Para muchos pueblos, la emergencia del ‘Estado Inca’ en tierras lejanas tomaban matices míticos, que asociaban a este gran señor con aquel que lograría traer orden al mundo, en momentos que primaba el conflicto (1200-1450 dC en todo el Altiplano Central). Además el Inca era un ser capaz de moler las piedras, hacer brotar el agua y recoger cosecha un día después de la siembra, según decía la gente de aquella época. En algunas crónicas se cuentan que cuando el Inca llamaba a una Capacocha, al recibir el mando, los curacas (jefes regionales) de todos los pueblos de los cuatro suyus viajaban en largas caravanas hacia el Cuzco llevando muchos regalos para el Inca (se cuenta que Michimalonco le llevó una Pluma de Oro), y ojo que la influencia inca comprendía desde el sur de Colombia hasta el Centro de Chile (Maipo), pasando por Ecuador, Este Boliviano y Noroeste Argentino. Cuando todos llegaban al Cuzco se hacía una serie de ritos que incluían la abstinencia d el consumo de ají, sal y sexual y sacrificios rituales de llama. Con las ofrendas sacralizadas todos los curacas volvían a sus lugares de origen siguiendo una secuencia de ritos bien pauteado, y realizaban las Capacochas requeridas para el Inca. Las Capacochas eran sacrificios rituales de infantes y adolecentes en santuarios de alturas con ofrendas de gran prestigio (miniaturas, oro, plata, vestimenta fina, etc.). Luego, aunque pareciera imposible, al terminar los ritos regionales, todos los curacas volvían nuevamente al Cuzco para participar del gran festín que ofrecía el inca para sus invitados matando mil cabezas de ganado, en una fiesta que duraba 5 o 6 días. El Inca agasajaba los jefes regionales con trajes, favores y mujeres. Sólo después de toda esta secuencia ritual y festiva el Inca conversaba con los curacas sobre sus proyectos de expansión, de construcción y otras actividades estatales para los cuales necesitaría la ayuda de ellos. Luego del privilegio de participar en el rito de la Capacocha y de haber comido, bebido y bailado todo lo humanamente posible, los curacas difícilmente podían negarse a sus peticiones. Aquí vemos la Reciprocidad en plenitud.

La ciudad del Cuzco fue la capital del estado Incaico y el centro de la tierra de los cuatro suyus (o Tawantisuyu). Desde esta ciudad surgieron 41 líneas imaginarias que conformaban el sistema de ceques, que organizaba geopolíticamente todo el territorio de influencia. La dirección de cada línea se asociaba a 328 lugares sagrados (huacas) de particular relevancia en la mitología inca. Estas líneas delimitaban la propiedad de las comunidades cusqueñas, y cada huaca fue asignada a una familia de importancia local que debía venerar a la huaca un día especial del año. Ello se traduce que al menos 328 días de su año (de 365) había alguna fiesta venerativa en algún punto de territorio (los 37 días restantes había un silencio festivo asociado con la ausencia de las pléyades en el cielo que recibe el nombre de almacén, collca). Algunos investigadores plantean que estas fiestas venerativas también se asociaban a las mitas, que era un tributo en trabajo que ofrecían las comunidades locales al estado central.

A parte de todo esto (Capacocha y veneración de huacas), el estado Incaico contaba además con un calendario ritual, asociado a los ciclos agrícolas, a los ciclos del sol (Intiraymi) y la Luna (Capacquilla), como también ritos de pasaje en la sociedad Inca (Capacraymi), entre otros. Por ejemplo, el Yaku Raymi, la fiesta dedicada a los muertos y el Ayaraymi, la gran fiesta de la chicha, entre muchos otros.

Sin duda la evidencia de este estilo de Fiestas, muy asociadas a lo ritual, no podría haber sido posible sin la confianza plena en su eficacia en la configuración y mantenimiento de redes sociales, en la eficacia simbólica de los ritos relacionados y sus incidencias en los ritmos productivos agrícolas. Claramente la diversión, el goce, y el compromiso para con el otro eran fundamentales en la constitución de las sociedades andinas. Sus múltiples festejos no respondían sólo a la necesidad de alegría y goce (necesidades humanas básicas a mi entender), sino también a la necesidad de congregar, de celebrar identidades, de regenerar la vida, reunir voluntades y poner en escena las diferencias en la capacidad diferencial de distribución de los participantes, que otorgaba poder de pedir a quien más daba a la comunidad.

Por Andrea Martínez



Para mayor información:

- El Inca:

Museo Chileno de Arte Precolombino

1988 Los primeros americanos y sus descendientes. Ed. Antártica, Santiago

- Capacocha:

Duviols, P

1976 La Capacocha, mecanismo y función del sacrificio humano, su proyección geométrica, su papel en la política integracionista y en la economía redistributiva del Tawantisuyu. Allpanchis Phuturinqa 9:11-57

- Año ritual y sistema de ceques

Zuidema, R.T

1997 Capítulo XI Cosmovisión Inca y Astronomía en el Cuzco: Nuevo Año agrícola y sucesión real. Pensar América, Cosmovisión mesoamericana y andina. Actas de los VI Jornadas del Inca Garcilaso celebradas en Montilla 11 al 18 de septiembre de 1996, Córdoba.

Zuidema, R.T y S. Urton

1976 La constelación de la Llama en los Andes peruanos. Allpanchis Phuturinqa, 9:59-120

  • El concepto político que aparece en el carnaval: Política profesional v/s Política creativa

En la escuela el tema de la política siempre ha sido un tema conflictivo, al punto que todavía no tenemos un claro discurso que le expresemos a la gente cuando carnavaleamos. Hay muchos que le restan importancia a este delineamiento, puesto que sienten una profunda apatía y desconfianza hacia el mundo político profesional, en el cual pareciera que más que apelar por los intereses de la gente, se negocia como si fuera otra empresa más, donde se pretende lucrar. La política profesional, donde los partidos son la máxima expresión, padece de un descrédito enorme, producto de que éstos no representan a una gran parte de la sociedad, lo que se ve reflejado en que hay un gran porcentaje de gente que no está inscrita para votar en las elecciones, lamentablemente el más recurrido método que legitima las democracias desarrollistas contemporáneas.

Tenemos pocas muestras de lo carnavalesco hoy que lleguen a penetran en unas consciencias que están muy cegadas por el individualismo posesivo imperante, en donde el Bajo Pueblo, a diferencia de tiempos anteriores, no tiene una identidad ni anticlerical, ni de clase, como la que existió en la época feudal y en la época moderna, en donde nacía el industrialismo, y había una real la lucha dialéctica y concreta por los medios y modos de producción.

En nuestro país, la dictadura fue un período negro en nuestra historia que, aparte de cobrar muchas vidas y generar bandos de opinión opuestos que aún persisten aunque de forma solapada (porque hay un acuerdo tácito en la base económica de mercado), entre otras cosas, fue una época que intentó suprimir toda actividad humana que pudiera tener ligazón con la política, porque ésta implica necesariamente una crítica a la forma en que dirigimos nuestra vida.

Nuestro carnaval al igual que en sus inicios tiene que ver con una crítica a los poderes oficiales, desde una crítica e invitación a superar la pereza corporal a la que tienen sometida en gran parte las largas jornadas laborales que no dan cabida al tiempo de ocio, y el imperio de los medios masivos de comunicación que no exigen a un ser humano activo en términos de movimiento corporal y de iniciativa de cambio sino de adecuación ante la novedad dada.

Aunque la vuelta a la democracia en los noventa sea un gran logro de la gente que voto por el NO en el plebicito del 89, la Concertación ha propiciado un modelo político y un sistema ecónomico que traduce a la democracia sólo en términos formales, por lo cual vemos que en lo concreto siguen gobernando las mismas élites que siempre han estado presentes, aunque ahora a través del capital adquisitivo. Esto pareciera un asunto ya casi natural, y por esto la mayoría de la gente piensa que las cosas no podrían ser de otra forma.

Sin embargo, el carnaval que estamos volviendo a crear, en el cual se rescatan tradiciones culturales chilenas que se estaban perdiendo, al punto de que podríamos ser un cadáver para algunos, es y plantea una actividad creativa humana que se abre a la gente sin miramientos, en vistas de la participación conjunta de un proyecto que tiene otra visión de mundo distinta a la actual. Tenemos que comprender que esta es la base de todo origen político, la mera participación conjunta de los hombres en un quehacer discursivo y práctico aunque seamos muy distintos, lo que se refleja en nuestas prácticas cotidianas y en nuestra opinión diversa.

En este sentido, como estamos armando una creación conjunta que podría tener ribetes críticos a los grandes poderes fácticos, se hace necesaria una organización que permita la confluencia de opiniones, lo cual se concretiza en nuestras asambleas y en cada una de nuestras salidas la calle. La asamblea, aunque pueda resultar tediosa para algunos por su heredado desinterés político, es uno de los momentos que nos permite ir formando una identidad que todavía se nos escapa, pero que está por venir en la medida que hagamos los respectivos esfuerzos.

El carnaval es una acontecimiento político, social, cultural, que invita a la gente a hacer suyas las calles saliendo de sus casas, construyendo en el festejo, que implica el despliegue y unión de los cuerpos, y al mismo tiempo puede ser la expresión de nuevas ideas y hechos, que no han podido ser dichos e informados, por el inminente control de los poderosos de los medios de comunicación masivos.

En este sentido, el carnaval como acontecimiento político, permite la aparición de identidades nuevas, en la medida que en este se expresan discursos que no necesariamente están siendo representados y dichos en la gran esfera pública estatal, los cuales se conflictuan con las identidades ya inscritas en el terreno que se dice de todos.

Sin embargo, creo que no nos estamos haciendo entender todavía, pudiendo aparecer como una fiesta más sin sentido. Falta fortalecer y expresar nuestro discurso en las calles, y esto va de la mano con que nos demos en la palabra a la gente. Se hace necesaria la copla de alguno de nuestros compañeros comparseros, que interrumpa armónica y melódicamente nuestras músicas y bailes, o un figurín alferez, o el regalo escrito de las canciones que tocamos a la gente, o lisa y llanamente nuestro discurso explícito. En difinitiva, alguna manifestación oral o escrita que le exprese claramente lo que queremos decir a la gente que comparte con nosotros el carnaval, así dando cuenta los sujetos históricos que somos, en la medida que nos demos cuenta que cada uno de nosotros es constructor de mundo. Pero esto parte, porque creamos y entendamos lo que estamos haciendo y porque volvamos a tener una confianza en el otro que se ha perdido.

Nosotros hoy por hoy, no podríamos decir que estamos ante los imperios de la Iglesia y del Estado, en un siglo XXI, en donde las empresas transnacionales que exceden toda ley nacional, llegan a imperar. Por lo cual, tenemos que buscar a que poderes criticar con vehemencia y al mismo tiempo, reinterpretar lo sagrado que implica toda manifestación carnavalera en Latinoamérica. La vergüenza, la culpa y la seriedad son los grandes dioses urbanos que tenemos que vencer, si realmente pretendemos ser populares y abarcar a todo el pueblo. Se hace necesario un cambio societario que nosotros podemos crear en la medida que nuestro discurso sea claro, para que las manifestaciones artísticas que algunas vez tuvieron cabida vuelvan a ser tan penetrantes. Se hace realmente necesario que la chinchintirapié, tenga aparte de una propuesta corporal y musical, un discurso explícito que dé a entender esta novedad.

Por Esteban Mendez / Chino


Bibliografia recomendada:
* Hannah Arendt, “La condición humana”. Editorial Paidós, 1993.
* Jacques Ranciere, “El desacuerdo. Política y Filosofía”. Ediciones Nueva Visión, 1996.
* Jacques Ranciere, “En los bordes de lo político”. Editorial Universitaria, 1994.